Conmemorando el 400 aniversario del fallecimiento de los ilustres autores, Miguel de Cervantes y William Shakespeare.
Miguel de Cervantes
Miguel de Cervantes Saavedra, fue de origen gallego, naciendo en Alcalá de Henares hijo de Rodrigo Cervantes y de Leonor de Cortinas, se supone que el 29 de septiembre del año 1547 —porque era y a veces aún es costumbre, imponer el santo del día al recién nacido—, bautizándosele el 9 de octubre del mismo año en la parroquia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares.
De buena familia, su abuelo paterno era licenciado y abogado de la Inquisición, el pequeño Miguel a la edad de cuatro años cambió de residencia junto con sus padres y hermanos, ya que todos se trasladaron a Valladolid en donde les fue tan mal, con el encarcelamiento del padre por deudas, que vivieron posteriormente en Córdoba y Sevilla hasta que, en 1566, se aposentaron en Madrid.
En Madrid, Cervantes cursó estudios que todavía en la actualidad se ignora si fueron universitarios, lo que se sabe, es que tuvo por profesor al catedrático de gramática Juan López de Hoyos.
Pero no todo era cultura en la vida de Cervantes, ya que en 1569 se le quiso prender por orden real acusado de un duelo contra un cortesano distinguido, condenándosele por dicho encuentro, a que se le fuese cercenada la mano derecha y al destierro. Sentencia que afortunadamente no se cumplió ya que Cervantes se hallaba en Roma por aquellas fechas, precisamente en busca de protectores a causa del lance.
Solventado este peliagudo asunto, Cervantes se enrola, el año 1571, en el ejército y más tarde lo hace en la armada en una de las galeras que manda el marqués de Santa Cruz.
La batalla de Lepanto tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 y en ella ya es sabido que participó Miguel de Cervantes con un gran heroísmo pues hallándose enfermo con fiebre, desestimó el consejo de no pelear prefiriendo entrar en combate y morir gloriosamente, a quedarse a salvo bajo cubierta de la nave Marquesa.
De resultas de su intervención en la contienda fue herido en el pecho de un arcabuzazo y en la mano izquierda, premiado su arrojo, por don Juan de Austria, con un incremento en su soldada —para ser sinceros, mínimo.
De resultas de esta batalla, Cervantes quedó con su mano inutilizada de por vida aunque no la perdiera como afirma la leyenda. No obstante continuó con su existencia de marino castrense y regresaba a España el 26 de septiembre de 1575, cuando, próximo a las costas catalanas cayó preso, junto con su hermano Rodrigo que también era soldado, de un temible corsario, jefe de una flotilla turca.
En el mercado de Argel, Cervantes fue vendido en calidad de esclavo a otro corsario, permaneciendo prisionero en esas tierras durante cinco años.
En enero de 1576, Miguel de Cervantes y otros cautivos entre los que estaba su hermano, realizan un intento de fuga fallido.
Sus padres intentan rescatarlos empeñándose con usureros, sin embargo, lo único que consiguen reunir sólo basta para uno y Cervantes renuncia a su libertad por la de su hermano. Pero entre ambos habían ideado ya un plan que permitiría escapar posteriormente a Miguel y a catorce o quince cautivos más.
Nuevamente falla el proyecto y Cervantes es otra vez recluido en prisión.
En marzo de 1578 intenta de otra vez escapar, con los mismos resultados y en mayo de 1580 tiene lugar el cuarto y último intento de huída frustrado.
Finalmente es obtenido su rescate el 19 de septiembre de 1580, gracias a la intervención de los frailes trinitarios recolectando éstos, de los mercaderes cristianos, el dinero necesario que les faltaba; se pedían 500 escudos por Cervantes y su familia sólo había podido reunir 300.
Regresó, pues, Cervantes a España ya con 33 años, llegando a Madrid en donde el panorama familiar no podía ser más desolador: su padre anciano y sordo y la familia prácticamente arruinada a causa del rescate de los dos hermanos, conque marchó a Portugal en mayo de 1581 en donde estaba la corte española y se le encomendó una misión en Orán.
Después de esto, Miguel intenta por todos los medios conseguir un destino en América, que no obtiene al no haber vacantes, o al menos esa es la excusa que se le da.
En febrero de 1582 comienza a escribir la novela pastoril La Galatea. De 1582 a 1583 tiene amores con una mujer casada y una hija con ella de nombre Isabel de Saavedra.
En 1584 entra en contacto con un editor de la época, conocido como mercader de libros, Blas de Robles, que por 1336 reales imprime La Galatea, y ese mismo año contrae matrimonio con Catalina de Salazar y Palacios que reside en Esquivias.
En 1585 ve publicada La Galatea y desde este año hasta 1605 que es cuando Juan de la Cuesta imprime en Madrid, Don Quijote de la Mancha, malviven Miguel de Cervantes y su familia entre los variados, y no muy afortunados, trabajos de éste, que en un par de ocasiones le llevaron a la cárcel, y no por delito propio ya que finalmente resplandeció su inocencia.
En aquella época viajó bastante, primero por Andalucía y luego fijando su residencia en Sevilla y más tarde en Valladolid.
El Quijote, contra todo pronóstico, tuvo un gran éxito convirtiéndose en el best-séller del momento, hasta el punto que en las fiestas que se celebraron en Valladolid en honor del recién nacido príncipe que luego sería Felipe IV, se representaron entremeses en los que salían don Quijote y Sancho.
Trasladándose la corte en 1606 a Madrid, Cervantes la sigue, escoltado por su familia —todo mujeres entre esposa, hermanas, sobrina e hija natural, recogida por él al quedar huérfana de madre.
En estos años madrileños se casa su hija Isabel, le hace abuelo, enviuda, vuelve a contraer nupcias, y mueren dos hermanas del escritor.
En 1610, de junio a septiembre, se traslada él solo a Barcelona para conseguir integrarse en la corte del virrey de Nápoles, el conde de Lemos, en donde eran muy apreciados los escritores, pero se le hicieron promesas que luego no se concretaron.
Cervantes sigue escribiendo y ahí tenemos entre 1613 y 1617 sus Novelas Ejemplares, Viaje al Parnaso, la parte segunda del Quijote —motivada por el apócrifo Quijote de Avellaneda—, Comedias y entremeses y su obra póstuma —hay quien asegura que mucho mejor que Don Quijote—, Los trabajos de Persiles y Segismunda.
Enfermo de muerte, pero con gran lucidez mental, aún dedica Los trabajos… al conde de Lemos, y concluye el prólogo del mismo libro.
Y el año 1616, el 22 de abril, fallece Miguel de Cervantes, confortado por su esposa y una sobrina, después de larga y azarosa existencia.
(A señalar una curiosa anécdota que llena de confusión la fecha del óbito de Cervantes, al incurrirse en el error de creer que falleció el 23, fecha ésta en la que se afirma que murió William Shackespeare —porque también se dice que lo hizo el 24—. Lo singular del caso es que, día más arriba, día más abajo, ambos ilustres autores dejaron este mundo el mismo mes y año).
Miguel de Cervantes Saavedra murió en la más absoluta pobreza, y de su entierro, amortajado el cuerpo con hábito franciscano, fue responsable la Venerable Orden Tercera, enterrándoselo en el Convento de las Trinitarias Descalzas.
De Don Quijote de la Mancha se han realizado numerosas traducciones desde su primera publicación, eso ya es sabido, traducciones en todos los idiomas pero la que en el momento de escribir estas líneas —septiembre del 2002—, podríamos decir que es la última, pertenece a Josep Maria Casasayas, abogado mallorquín, que a lo largo de cuarenta años ha estado traduciendo el Quijote al catalán mallorquín y sus diversos dialectos, variando también el escenario de la Mancha por las islas Baleares, lo que no ha sufrido transformación, como es lógico, es el argumento ni los nombres de los personajes.
Hazaña quijotesca en verdad y muy digna de alabanza, que ya requería se cristalizara en la traducción íntegra al catalán de esta obra universal, con cuyo comienzo cerramos la presente mini biografía:
«A un llogaret de la Manxa, del nom del qual no vui recordar-me, no hi fa gaire que hi vivia un cavaller d’aquells de llança a la llancera, darga del temps del avis, cavall magre i cussa eivissenca. L’olla més plena de vaca que de mè, carn picada quasi cada vespre, greixonera de peu de porc els dissabtes, llenties els divendres…»
© 2002 Estrella Cardona Gamio
William Shakespeare
William Shakespeare nació el 23 de abril de 1564 en Stratford-upon-Avon, Inglaterra, siendo el tercer hijo de los ocho que tuvieron sus padres Mary y John.
De Shakespeare, dado que de siempre se ha tenido por norma envolver su existencia en las brumas del misterio (desde llegar a decirse que tal nombre era el seudónimo de otros a soltar el disparate de que en realidad se llamaba Guillermo Sánchez Pérez y era, lógicamente, de origen español, disparate al que ha venido a unirse el último, que adjudica a Shakespeare la nacionalidad italiana), de ese genial bardo del Avon, del cual nos confesamos impenitentes admiradoras, se sabe lo suficiente, además, existen retratos en los que el parecido continúa a través de los años confirmando el hecho de su existencia en una Inglaterra Isabelina en la cual vino a este mundo.
Shakespeare tuvo una infancia a la que no podemos llamar infeliz precisamente, ya que su padre, comerciante, era persona acomodada, y así el niño William pudo ir a la escuela estudiando latín y a los clásicos.
Enseñanzas que le impulsarían a escribir versos y, mucho más tarde, obras teatrales, aunque antes tenían que acontecer otros hechos en su vida, bastante decisivos para él, por ejemplo, el contraer matrimonio muy joven, a los 18 años, con una mujer de 26 que iba para solterona, Anne Hathaway, y con la cual tuvo tres hijos.
Arribados a este punto hemos de puntualizar que si Shakespeare se casó, siendo menor de edad, lo hizo ya que había dejado embarazada a su novia, y en un delicado momento familiar puesto que a su padre le empezaban a ir mal los asuntos.
Lo que significa que semejante boda escasa dicha tuvo que darle a su progenitor, de quien William era dependiente económico al colaborar en el negocio paterno, una guantería, ya que el joven aportaba nuera y futuro nieto al clan familiar, ahora en precaria situación.
A los seis meses, nace su hija Susana y dos años más tarde, Anne da a luz a los gemelos Hamnet y Judith.
Pero a Shakespeare no le atrae demasiado la vida hogareña, y un buen día, nada venturoso para quienes deja atrás, el futuro autor teatral se marcha a Londres dispuesto a hacer fortuna como escritor.
Se ha dicho también de William Shakespeare que era homosexual, tal vez ello tuviese que ver con su abandono repentino de mujer e hijos, tomando por excusa una carrera literaria incomprendida; sin meternos en este aspecto de su personalidad ya que no es de nuestra incumbencia, podríamos suponer que el dramaturgo en ciernes sentíase ahogado por una existencia monótona y aburrida que fue la que le hizo despegar del pueblo a la gran ciudad de entonces que era Londres, sin lugar a dudas, la capital del mundo de su época, ya que Gran Bretaña se estaba haciendo con una supremacía que hasta muy poco tiempo había ostentado el imperio español.
En la capital inglesa, Shakespeare entra a trabajar como actor en una compóañía teatral llamada de la Reina, ya que ésta protegía las artes, tanto para ganarse el sustento como para aprender, desde dentro, el oficio, y durante varios años trabaja incansable actuando y escribiendo, hasta que finalmente comienza a despuntar y a ser conocido.
En 1592, se declara una terrible epidemia de peste en Londres y se cierran los teatros. Durante dos años, entonces, mal vive, en plan escénico, como todos, pero escribe, entre otras, La comedia de las equivocaciones y Trabajos de amor perdidos, asimismo regresa al campo, esporádicamente, con su esposa e hijos y demás familia, aunque esto no significa que no hubiese tenido relación con ellos en cinco años.
Vuelve, ayuda a su padre que de nuevo se halla apurado económicamente, ya que él es ahora un autor cotizado, y se busca mecenas en la figura del conde de Southampton, lo que más tarde dará lugar a entredichos y especulaciones sobre la relación que les unió, cuando que en aquella época el mecenazgo constituía una necesidad obligada si se quería sobrevivir en el ambiente artístico.
Después de la peste, corrieron malos tiempos para las compañías teatrales, se hundieron bastantes arruinadas siendo la de la Reina una de ellas, y entre las que no desaparecieron, estaba la del Chambelán, así llamada por patrocinarla lord Hunsdon, camarlengo mayor de la corte y el encargado de los asuntos teatrales; huelga decir que Shakespeare ingresó en esta compañía.
A los 30 años, pues, William Shakespeare se encuentra a punto de dar por concluida la primera etapa de su carrera, iniciando la segunda que iba a estar jalonada de obras inmortales: Romeo y Julieta, Ricardo II, El sueño de una noche de Verano, El mercader de Venecia y un larguísimo y brillante etc., de todos más que sabido.
Al éxito acompaña la prosperidad y en 1597, se compra una casa, New Place en su pueblo natal, pero en su vida familiar atraviesa unos momentos ingratos: muere su único hijo varón, Hamnet, a los 9 años de edad, cinco más tarde, su padre y más o menos en aquella época, la revolución encabezada por el conde de Essex contra la reina, enreda de forma indirecta a la Compañía del Chambelán, que finalmente se ve absuelta de los cargos, ya que se prueba su inocencia.
En 1603 sube al trono Jacobo I tras la muerte de la Reina Virgen, y la Compañía del Chambelán cambia su nombre por el de los Hombres del Rey.
Colmado de honores, respetado y aclamado, William Shakespeare, ve discurrir su vida hasta el final: casa a su hija Susana, resulta inmune a otra epidemia de peste, la del año 1609, y en 1616, habiendo casado en febrero a su otra hija Judith, fallece Shakespeare en Stratford-upon-Avon, a los 52 años de edad al parecer de unas fiebres, según unos, según otros de una pulmonía, y, o el mismo día de su cumpleaños, o al siguiente.
Anne Hathaway, la viuda, le sobrevivió.
No podemos asegurar que William Shakespeare fuese un marido modelo, pero tampoco que se despreocupara de su familia yendo de tanto en tanto a verles. En realidad, solo permaneció alejado de ellos el tiempo que duraron sus primeros años en la capital trabajando como actor y autor teatral, pero después, cuando comienza a convertirse en un dramaturgo famoso, vuelve la espalda a Londres, y es en Stratford-upon-Avon en donde reside hasta el final de su existencia.
© 2000 Estrella Cardona Gamio
Ambas biografías publicadas en ccgediciones.com