El lobo en la literatura

El domingo 13 de marzo la prensa se ha hecho eco de una gran manifestación en Madrid contraria al exterminio sistemático del lobo que hace ya tiempo se está llevando en el país. El cuento del lobo feroz aún perdura en nuestro subconsciente y su mala prensa también, pero, ¿es razonable esa batalla?

Lástima que ya no esté entre nosotros Rodríguez de La Fuente.

Hay mucho que hablar sobre el lobo, en su defensa quiero decir, no justificándole sino diciendo la verdad, el lobo no es una bestia sedienta de sangre, pero necesita comer igual que nosotros, y podría hacerlo si los cazadores no diezmaran los bosques dejándole sin su alimento natural.

Entre sus muchos detractores nos encontramos con un sector de la literatura que siempre le ha hecho mala publicidad pintándole como a un monstruo sediento de sangre y el ejemplo más flagrante lo tenemos en Caperucita Roja.

De pequeña lloraba cuando llegaba al final de la historia, hasta que descubrí la versión de los hermanos Grimm, en la que se cambia un final cruel por otro que no lo es menos.

Sí, lo reconozco, yo pasé mi infancia en el culto al miedo que inspiraba el terrible lobo devorador de niñas, y como yo muchas criaturas, fue nuestro caldo de cultivo en contra del lobo.

Años después descubrí otra versión que me llenó de sorpresa y fue cuando leí El libro de la selva de Rudyard Kipling, en donde Mowgli es todo lo contrario de Caperucita Roja, o sea el niño al que salvan protegen y alimentan los lobos convirtiéndole en uno más de la manada al ser adoptado por ellos, Claro, se dirán muchos, literatura, pues no señores, no, de literatura nada. En España, salió en televisión un caso, de esto no hace muchos años, en el que un señor contaba su propia experiencia personal: vendido por su padre a los 7 años. Se escapó del hombre que le hacía trabajar, huyendo al monte en el que vivían los lobos… quienes le acogieron como uno más compartiendo con él su comida y protegiéndole. A este señor que no le hablen mal de los lobos.

Esta historia demuestra como el lobo no es la bestia ávida de sangre que siempre nos han hecho creer.

Y siguiendo con la literatura os recuerdo que Rubén Darío, escribió un bellísimo poema, Los motivos del lobo, en él Francisco de Asís y el Lobo de Gubbia, un clásico lobo feroz, tienen un encuentro memorable y digno de ser leído por lo que revela en una sorprendente moraleja.

No puedo concluir estas líneas sin hacer otra mención a Félix Rodríguez de La Fuente cuyas hijas crecieron prácticamente en compañía de lobos demostrando con ello lo que nadie hasta entonces hubiera creído posible.